Khenifra - Imilchil - Tinerghir

Miércoles, 20 de Junio de 2012.

Khenifra - Imilchil - Tinerghir.
La ciudad amanece menos caótica, más calmada, pero a las noches todo se enciende y vuelve a reinar el caos. 

Hoy me encontré con el Marruecos que deseaba ver... Ese que tanto se parece a mis pinturas.

La jornada de hoy ha sido larga, pero tal vez la que más fruto dé a mis próximas pinturas. Decir que ha sido bello sería injusto, negarlo sería mentir. Pero no soy capaz de describir la belleza cuando es la miseria la que precisamente otorga el encanto a estos paisajes. Hoy todo ha sido ROJO ROJO ROJO.



Salimos de Khenifra temprano en la mañana tomando una carretera hacia El Kebab. En toda esta zona del Altlas Medio la tierra es roja, muy oxidada. El alto contenido de hierro en las rocas ha teñido el paisaje como por arte de magia. Las construcciones, los coches, las casas, la ropa, los animales…. todo está rojo, rojo sanguina, hierro oxidado. El viento tiñe con el polvo todo lo que alcanza. Las casas parecen que están moldeadas desde el barro, como terracota. Pero no es así. En esta zona aún se emplean los bloques de hormigón y cemento y algún adobe más resistente que el que veríamos después. Sin embargo, el color rojo difumina las paredes de las muy humildes casas con la tierra. Las ovejas también llevaban el pelaje enrojecido.

A medida que nos vamos adentrando el paisaje se hace más espectacular, pero la miseria es mayor. Sin embargo, la riqueza humana de esta zona supera enormemente a la de las grandes ciudades imperiales. La humildad de la gente ensancha el alma y el corazón.

Dirección a Imilchil, el pueblo más alto de nuestro recorrido, atravesamos un Marruecos que era el que deseaba ver desde que empezamos la aventura. Desde Azrou y a medida que vas dirigiéndote al sur,  te vas adentrando en la etnia bereber. El té ya no es de menta fresca, ni se sirve y bebe de igual modo. El idioma y la vestimenta cambian, también la gentileza y el modo de tratar a la mujer.



El alto Atlas es historia, humanidad y supervivencia. Una de las mejores expresiones vivas  del Neolítico. Cada roca, montaña, curso de río… lleva grabada la huella de millones de años y se crece solemne, magnífica e inmortal ante el hombre. Hemos recorrido desde Khenifra hasta Tinerghir, cerca de 200 km por pistas y muy pequeñas carreteras en las que resulta difícil vencer la inclinación ascendente hacia el Alto Atlas. Curvas muy cerradas entre montañas desérticas que se cierran y sorprendentemente se abren en un vacío inmenso que queda a tus pies. A más de 3.000 metro de altitud solo reina el silencio, la calma. Necesito palabras para describirlo, palabras que no conozco, que no sé decir… Tal vez en bereber.

Seguimos hacia Tinerghir buscando el Todra, adentrándonos por una ruta llena de antiquísimas kasbas que mal sobreviven el paso del tiempo. Contínuamente son reconstruidas y reconstruidas una vez más. El adobe arcilloso de arena, paja y excrementos no resiste y va dejando cientos de kilómetros de casas en ruinas. Sentía que caminaba entre mis dibujos. Sentía que era una gran puesta en escena sacada de mis pinturas, pero lamentablemente no era así. Era una realidad. Una dura realidad.

¡Hoy me desbordo de ideas! Tengo ganas de pintar.

Imilchil es una aldea de tránsito en el Alto Atlas por donde pasan los mercaderes para dirigirse a Meknes y Féz. Es una aldea camuflada entre el blanco de las rocas y albergues para los transeúntes como nosotros. Continuamos camino buscando las Gargantas del Todra, pero antes nos toca pasar por una docena de aldeas bereberes con sus respectivas Kasbahs. Pequeños Oasis que dan vida en medio de lo que ya es desierto. 

Mientras descendíamos del Atlas, cambiaba otra vez el paisaje. Rojo, rojo y más rojo… 80 Km por dentro de dos inmensas paredes de rocas y que son atravesadas por una larga galería por la que desciende el río desde el Alto Atlas y que venimos siguiendo desde Imilchil. Estábamos cruzando la Garanta del Todra. Como los muros de un templo se elevan de cada lado de la carretera estrechándose cada vez más. Es preciso torcer bien atrás el cuello para alcanzar ver la cima. Finalmente, cuando parece que te diriges a un camino sin salida, atraviesas una gran gruta y parece que anochece antes de salir al gran Oasis del Todra y Tinerghir. ¡'Cuántos contrastes en los caprichos de esta naturaleza!

Ahora descansamos en Tinerghir. Ya estamos en zona desértica, aunque aún nos queda una jornada para adentrarnos al Sáhara. Los poblados crecen alrededor de los oasis.

Tengo mucho que pintar.